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PUBLICACIONES 2017


















Nota en Teatristas. Jueves 2-3



Revista MiraBA marzo

















https://revistakunst.com/2017/03/09/el-teatro-como-herramienta-para-visibilizar-la-violencia-machista/


El teatro como herramienta para visibilizar la violencia machista

Por Marina López
Adriana Ferrer dirige El sabor, que trata la violencia contra las mujeres. Lejos de presentarse conciliador o virulento, el mensaje propone la reflexión del espectador y la toma de conciencia.
El sabor- Los 3 -Sole Quiroga 18
En el marco de la nueva marcha de mujeres, la obra de teatro El sabor aborda una mirada profunda y poética sobre la violencia machista, vivida desde la cotidianidad de una pareja. Mirna, interpretada por Marcela Haimovichi, canta: “En un tren sin memoria ni destino acostumbro a quedarme quietecita”.  Evadiendo un presente doloroso, ella recuerda y reflexiona en momentos de soledad. Cuando Iván se va, Mirna convive consigo misma, recuerda su infancia, reflexiona, conecta con sus deseos y pasiones. La música sobrevuela, es parte de ella, cocinar, evocar y cantar la ayudan a poder pensar. Como si la música representara su estado interno, el personaje se pierde en canciones interpretadas en vivo por Luciana Clerici.
Las palabras de Iván retumban en su alma:
“Pensar no es una de tus cualidades
 “Yo me rompo el lomo trabajando y vos acá
“No te das cuenta de que sacas lo peor de mi
“Que egoísta que sos, con todo el esfuerzo que hago
“Vos sos muy ingenua mi amor.”
Mirna e Iván viven juntos. La historia los muestra en cinco momentos diferentes de sus vidas; eligiendo una casa, desayunando, almorzando, cenando y a ella, cuando él se va. La violencia, el tiempo y la angustia van creciendo dramáticamente, y la posibilidad de irse pesa cada vez más fuerte en la mente de Mirna.
El sabor muestra cómo la violencia muchas veces comienza de manera sutil y cómo está enquistada en lo cotidiano. Luego de la función, se abre un espacio de reflexión a cargo del psicólogo social Fernando Álvarez, quién interpreta a Iván en el espectáculo. Allí, se debaten y visibilizan situaciones machistas junto con el público. El especialista busca hacer repensar a los espectadores sobre cómo se vincula uno con los otros y puntualiza que hay que saber detectar las agresiones sutiles para lograr salir de posiciones peligrosas para las mujeres.
Dirección: Adriana Ferrer
Dramaturgia: Brenda Steizelboim, Adriana Ferrer y Juliana Corbelli
Actuación: Marcela Haimovichi y Fernando Álvarez.
Música en vivo por Luciana Clerici.
El sabor se presenta los domingos a las 20 en el Teatro Corrientes Azul, Corrientes 5965, CABA.



Luciano Chimento

"El sabor", obra que trata sobre la sutil violencia de género

El domingo fui a ver “El sabor”, de Brenda Steizelboim, Adriana Ferrer y Juliana Corbelli, obra que cuenta con la actuación de Marcela Haimovichi y Fernando Alvarez, quienes están acompañados por la exquisita interpretación musical y canora de Luciana Clerici, quien es autora de la música original de la pieza. La dirección recayó en Adriana Ferrar.
La obra trata sobre la relación intramuros de un matrimonio, de una pareja.
La mirada de las autoras sobre la mujer que sufre violencia. Pero no hay golpes. Ni siquiera insultos. Sin embargo, las situaciones cotidianas se tornan violentas de manera muy sutil.
La casa que comparte la pareja se ve invadida de “naturalidades ancestrales” que la sociedad acepta como tal pero que humillan a la mujer, como ocurre cotidianamente.
Alvarez (Iván) interpreta a la perfección su rol de marido déspota, arbitrario y, por momentos, prepotente.
El texto muestra a la pareja en cinco momentos de su relación. Se los ve cuando desayunan, cuando deben decidir dónde colgar un cuadro o dónde ubicar un piano. Cuando almuerzan o cenan y cuando el hombre se va a su trabajo menospreciando el rol de su mujer.
La dulce y sumisa Mirna (Haimovichi) si bien tiene sus arrestos de protesta y libertad, de acepta como “normal” las quejas de su marido cuando, por ejemplo, se le vuelca el café y mancha la camisa y los zapatos del hombre. O cuando éste le pide a los gritos que le alcance el portafolio.
Mirna también siente y goza de su libertad cuando se queda sola en su casa. Allí, en esos momentos, la mujer reflexiona sobre la vida que le tocó en suerte. La música ayuda a que Mirna recuerde su infancia feliz. Piensa, añora y canta a dúo con Clerici. A propósito forman un dúo exquisito. En su soledad la mujer es ella misma.
Los poemas son de Macarena Trigo. La escenografía y el vestuario son responsabilidad de José Escobar. La iluminación le corresponde a Ricardo Sica y la asistencia de dirección está a cargo de Marigela Ginard.
Por todo lo expuesto hasta aquí “El sabor” es una pieza altamente recomendable. Los espectadores también pueden asistir a una charla debate que se desarrolla una vez finalizada la obra que versa sobre la problemática de la violencia de género.
“El sabor” sube a escena todos los domingos a las 20 en el Teatro Corrientes Azul, Corrientes 5965. Vayan. No se arrepentirán. Salute!



http://corriendolavoz.com.ar/teatro-el-sabor-recordar-el-pasado-para-salvar-el-presente/



#Teatro ‘El Sabor’: Recordar el pasado para salvar el presente


Julieta Cantero

Redactora Sección Cultura
Periodista | Licenciada en Comunicación Social UNLaM
En un living de algún barrio, de alguna casa, de alguna familia transcurren, uno tras otro, las escenas cotidianas de una pareja: el desayuno, las charlas, las cenas, los besos, las despedidas, los descansos después del trabajo. Pero detrás de esta rutina está el maltrato. El Sabor funciona como un alegato contra la violencia de género.  

Esta obra nos sumerge en la rutina de Iván y Mirna; un día a día marcado por conductas que deben repensarse, que no son normales aunque sí comunes en la sociedad actual. Así, la historia construye la imagen de quien se ve como superhombre y con el derecho de menospreciar y maltratar a su pareja, de moldearla a su antojo, de manipularla y someterla.
Así, vamos entrando en la dinámica de esta convivencia marcada por la dependencia económica y el menosprecio a la figura de la mujer. Se agradece la calidad poética de la obra y del texto, que a partir de la sutileza y sin necesidad de acudir a la violencia física, logra explicar el universo de esta violencia invisible para mostrar la amenaza de los valores y conceptos que fomenta la sociedad patriarcal.
Mirna vive puertas adentro. Dejó de lado sus deseos, sus sueños y su crecimiento personal para dedicarse a las tareas de la casa, atender a su marido y sus caprichos. Mientras, a Iván lo ascienden a gerente en su empresa, tiene cada vez más poder, más dinero para llevar a la casa y por eso, más razones para sentirse superior e imponer sus deseos como órdenes y objetivos a cumplir.

En El sabor, se vuelve fundamental el juego de la iluminación para acentuar los momentos que comparten juntos, y aquellos en los que Mirna se encuentra en soledad. Sin embargo, es esta soledad la que la ayuda y la salva: evoca momentos de su infancia, de su familia, de su crianza; recuerda sus sueños de artista dejados de lado para formar esa familia; canta, reflexiona, se redescubre.

Adentrada la obra, cuando se reconoce la violencia doméstica e “invisible”, el interrogante se hace implícito: ¿por qué no se va?  Se logra entender el mecanismo del violento que manipula las emociones y sentimientos de la mujer; es un círculo vicioso cargado de falsos perdones, de mentirosas intenciones de cambiar. Así, la mujer queda atada a la esperanza de que todo puede mejorar. Sin embargo, estas actitudes no son otras que las que utiliza el hombre para conseguir lo que se propone.
Es de extrema importancia que el arte se ponga al servicio de la sociedad para darle luz a esta problemática. El teatro habla sobre lo que muchos callan, critica lo que no se debe seguir perpetuando, abre un universo de reflexión y un llamado al cambio.
A su vez, es fundamental la instancia de debate que proponen al finalizar la obra. Coordinada cada domingo por distintos referentes de la temática de violencia de género, la charla se vuelve horizontal para poner en discusión ciertas temáticas que propone la obra: los espectadores cuentan sus historias personales, intercambian experiencias y opiniones, y una vez más se denota lo fundamental que es poder dar un espacio para que esto ocurra.
Esta instancia de reflexión grupal ayuda a que la pieza teatral no sea concebida como un mero entretenimiento de un domingo por la noche, sino que interpela directamente a la historia personal de cada uno para que desde el lugar individual se empiece un cambio, un cambio que debe ser colectivo.
El sabor, se presenta los domingos a las 20 horas en el teatro Corrientes Azul, Corrientes . 5965.
Si te consideras víctima de violencia comunícate a: 
Línea 144 (Gratuita, 24hs, los 365 días del año)
OVD (Oficina de Violencia Doméstica),  
Lavalle 1250, 4123-4510


El sabor, una obra sobre la violencia de género


Brenda Steizelboim, Adriana Ferrer y Juliana Corbelli nos ofrecen una mirada acerca de la violencia de género. Con el agregado de un debate al final de cada función, los espectadores participamos no solo del hecho estético en sí mismo, sino también de la reflexión que necesariamente implica un tema tan actual.
Mirna e Iván son una joven pareja cuyos problemas se van desplegando a partir de diferentes situaciones cotidianas. La postergación de la mujer, el aborto, el egoísmo masculino, la denigración y la humillación se traducen en actos mínimos que nos hablan de una violencia a veces encubierta, pero siempre dolorosamente presente. Elegir una casa o ascender en el trabajo se transforman en motivos para que Iván muestre su machismo y su desconsideración hacia Mirna. Ella, mientras tanto, añora el pasado, recuerda sus sueños, sus ganas de hacer cosas y se da cuenta de todo lo que quedó en el camino.
Más allá de algunos lugares comunes por los que transita la obra, la puesta es muy efectiva porque trabaja con varios planos: lo que se ve en escena, el detrás de escena, y los planos superior e inferior. En un segundo piso de la escenografía se representa el pasado de Mirna, su vocación por la música y el canto, todo a través de canciones que nos colocan en un tiempo feliz, el de la infancia, cuando todo parecía posible.
Excelente la música y las voces de Marcela Haimovichi y Luciana Clerici con su guitarra. Es esta incorporación de la música en vivo lo que le da originalidad a la obra y crea una atmósfera que se contrapone con la realidad que vive la protagonista con su marido. También están muy logrados ciertos gestos o posturas que adoptan los personajes y que traducen en lo corporal sus sentimientos o su carácter. Por ejemplo, el simple hecho de que Mirna lleve el pelo atado o suelto es una manifestación de cómo ella expresa su libertad en diferentes momentos de la historia.
El sabor está en su segunda temporada. Es, además, un aporte interesante para la visibilización de una violencia hacia la mujer que no pasa tanto por lo físico, pero que resulta igualmente angustiante y dolorosa.
FUNCIONES: Domingo 20 h
Teatro Corrientes Azul, Corrientes 5965, Tel: 4854-1048  http://elsabor-teatro.blogspot.com.ar/


OBRA TEATRAL “EL SABOR”: LO AMARGO DE NATURALIZAR LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Una mesa para dos, un pequeño sillón y una mesa ratona sobre una alfombra, de fondo se escuchan los suaves acordes de la guitarra. Estamos a punto de presenciar el comienzo de una de las primeras funciones de la segunda temporada de “El Sabor”, en la cálida sala del Teatro Corrientes Azul.
Las luces se encienden y nos metemos de lleno en la vida de la pareja de Mirna e Iván, quienes están casados y viven juntos. Desde el principio su relación nos llama la atención, sus conversaciones son charlas cotidianas, situaciones que vivimos día a día, pero hay algo más, está ahí presente, pero muchas veces se ignora o se pasa por alto: la violencia. Esa violencia que día a día sufren algunas mujeres, que va creciendo de a poco, silenciosamente, que empieza con frases filosas, actitudes grotescas, gritos que van en aumento, un insulto cargado de odio, un empujón que deja una marca y que, a veces, termina con el peor de los desenlaces: la muerte.
“Alcánzame el saco, dale, apurate que llego tarde”; “Yo me rompo el lomo trabajando y vos estas acá en casa, cantando, sin preocupaciones”; “No servís para pensar, eso pasa” y “A la noche traigo la cena, así te facilito la tarea” son algunas de las frases que salen de la boca enfurecida de Iván, directas al alma dolida de Mirna que, a pesar de todo, intenta sonreír y ser paciente.
ván, El Sabor. Foto: Bibiana La Forgia
“El Sabor” de Brenda Steizelboim, Adriana Ferrer, quien además es la directora, y Juliana Corbelli, tiene una dramaturgia impecable. La obra es realista, poderosa, está atravesada por la música en vivo de Luciana Clerici, quien tiene una voz realmente angelical.
“Si no tuviera miedo de ser tanto menos, sería mucho más, mucho más, mucho más” dice uno de los estribillos (que sigo cantando desde ese día). Tiene un mensaje claro, la concientizacion de un problema grave que estamos viviendo y que está más vigente que nunca. Logra que cada uno se replanteé actitudes, revise conductas y se dé cuenta del valor que tienen las palabras, las formas, cuánto pueden llegar a dañar y lastimar.
“SE ESTIMA QUE UNA MUJER SE ATREVE A DENUNCIAR POR PRIMERA VEZ DESPUÉS DE 10 AÑOS DE ESTAR CON ALGUIEN EN UNA RELACIÓN VIOLENTA. SON ESTADÍSTICAS. ESO HABLA DE LO QUE SE VA GESTANDO PARA LLEGAR AL GOLPE. ES UNA DENUNCIA TAMBIÉN. LA OBRA DENUNCIA EL POTENCIAL PELIGRO DE ESOS MICRO MACHISMOS QUE VIVE LA MUJER. Y TAMBIÉN SU POTENCIAL EMPODERAMIENTO, CON ESE CANTO Y ESOS SABORES QUE ELLA RECUERDA Y EVOCA DURANTE EL TRANSCURSO DE LA OBRA.” BRENDA STEIZELBOIM EN “LA IZQUIERDA DIARIO”.
Iván es un hombre autoritario, sus gritos no solo intimidan a Mirna, sino también al público, que se mantiene inquieto, expectante, incómodo al verse reflejado en alguna situación. Los momentos que comparten juntos en la casa por minutos son muy tensos, pero cuando él se va a trabajar, ella se refugia en las actividades que la hacen sentir plena: en la cocina, recordando frases y recetas de su querida abuela, canta y recita con mucho amor poemas de Macarena Trigo, de una manera suave, tranquila, eso la hace sentir en paz, liberada. Su mirada deja de ser triste y pasa a verse esperanzada. Gracias a esto comienza a repensar la situación con su marido, se plantea huir de lo que le hace tanto mal. “Ser toda para mí” reflexiona Mirna, deseándolo, con una sonrisa.
Quizás alguno de nosotros conoce a una Mirna, que evade la realidad, que no está lista para denunciar el maltrato que sufre, quizás por vergüenza o porque no se anima, que sigue perdonando a ese Iván que cada día le habla peor, que la hace sentir culpable cuando no lo es, que la desprecia y humilla. Así que prestemos más atención a nuestro alrededor, si notamos algo así no juzguemos a la víctima, al contrario, apoyémosla, demostrémosle que no está sola, hagamos que no tenga miedo porque todas juntas la acompañamos.
Marcela Haimovichi, Fernando Alvarez y Luciana Clerici.
Foto: Sole Quiroga
Marcela Haimovichi es quien se pone en la piel de Mirna, la esposa de Iván, interpretado por Fernando Álvarez. Ellos son los protagonistas de esta historia que, sin dudas, es diferente, de esas que te movilizan de principio a fin y te hacen volver a tu casa pensando. Debo destacar que el talento de estos actores conmueve, sus interpretaciones hacen que se te ponga la piel de gallina y se te caiga alguna lágrima. En pocas palabras: una obra que merece aplausos de pie.
Además, al finalizar cada función, hay un debate coordinado por especialistas en la temática. Podés ver “El sabor” todos los domingos a las 20:00 hs. en el Teatro Corrientes Azul, Corrientes 5965. Reservá tus entradas llamando al 4854-1048, las mismas tienen un valor de $200, con descuentos a jubilados y estudiantes que las dejan a $150. Más información en: elsabor-teatro.blogspot.com.ar

Si te considerás víctima de violencia, comunicate a Línea 144 (Gratuita, 24 hs., los 365 días del año) – OVD (Oficina de Violencia Doméstica) Lavalle 1250, Teléfono: 4123-4510.


PUBLICACIONES 2016











Escenas de las micro violencias cotidianas







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Él le grita, la insulta, le dice que no hace falta que trabaje, se refiere a su vocación artística con desprecio, le recuerda lo que debe hacer. Un grito, un comentario que desvaloriza, una actitud controladora, gestos que connotan desigualdad, la manipulación: son formas de violencia de género que no se ven a simple vista porque están naturalizadas. El maltrato físico y el femicidio son sólo la punta del iceberg de la violencia contra la mujer, la cual también circula en las palabras y en los gestos.  Precisamente esto es lo que pone en escena “El Sabor”, obra protagonizada por Marcela Haimovichi y Fernando Álvarez, con dirección de Adriana Ferrer.
La pieza relata diferentes situaciones de la vida cotidiana de una pareja, que se intercalan con los momentos en que él se va a trabajar. En la soledad, ella se encuentra consigo misma y viaja en el tiempo recordando su infancia. Mientras cocina o canta, reflexiona sobre su propia vida y va cayendo en la cuenta del encierro en que se encuentra. El canto y la evocación del pasado la ayudan a resignificar el presente. De esta forma, la puesta se basa en una mirada sensorial y poética.
Mirna e Iván están casados hace años. Mientras ella se dedica a las tareas del hogar, a él lo acaban de ascender a gerente de la empresa. Iván, macho proveedor, abusivo y manipulador, representa a aquellos hombres que se creen con derecho a menospreciar a sus parejas porque son los que llevan el dinero a la casa. En esa línea, todo lo que no tenga recompensa monetaria aparece como carente de valor. Actitud que lo lleva a desvalorizar la pasión que su pareja siente por la música y el canto, por ejemplo. Y esa misma desvalorización tiñe todos sus comportamientos. Así, es ella la que debe servirle la comida y el desayuno, la que tiene que hacerle mandados, la que le alcanza el saco todas las mañanas antes de irse y, por supuesto, la culpable de todo lo que sucede.
La guitarra en vivo y el diseño de luces contribuyen a crear una atmósfera intimista, donde el espectador se siente parte de ese hogar donde la falta de aire lo cubre todo. Pero el canto será el refugio y la salida para Mirna. “En un tren sin memoria ni destino acostumbro a quedarme quietecita”, canta. Esta breve línea resume su vida y, al mismo tiempo, da cuenta de la situación de tantas Mirnas que pasan por lo mismo: mujeres que renuncian a todo y se acostumbran a una existencia gris, que sufren en silencio los gritos y las humillaciones, mujeres a las que les hacen sentir que no valen, que sin un hombre al lado no pueden vivir, mujeres que se fueron alejando de ellas mismas y que viven en un encierro construido en una urdimbre de gestos autoritarios y de palabras que lastiman. Precisamente por eso, como un grito ahogado, Mirna dice en otra de las canciones que quiere ser “toda para ella”. Un deseo que queda trunco en muchas gargantas.
“El sabor” pone precisamente en escena estas micro-violencias que muchas mujeres viven en lo cotidiano. Violencias sutiles (o no tanto) que contribuyen a reproducir el poder masculino sobre los cuerpos y los deseos femeninos y que se asientan sobre la misma estructura social, que erige al varón como ser superior respecto al cual se define, por oposición, a la mujer. Violencias que confinan a muchas a una vida opaca, sin rumbo ni expectativas y que son también económicas, simbólicas y políticas. Celebremos entonces un teatro que pone en escena estos temas porque permite la posibilidad de encontrarnos a nosotros mismos en esas situaciones y, en ese encuentro, cuestionar y cuestionarnos, desnaturalizar y construir otro camino
Crítica de Adriana Francia
http://adrianafrancia.blogspot.com.ar/2016/10/el-sabor.html


octubre 21, 2016


El sabor

A medida que transcurre la obra, la tensión en el público va creciendo.

Uno se pregunta internamente ¿porqué Mirna se queda? ¿porqué no se aleja de ese tormento?


La respuesta es simple: Porque no puede. 

La dependencia emocional es tan grave como cualquier adicción. Impide tomar decisiones, nubla la mente, genera "alucinaciones". Se cree que el otro no se da cuenta, que en el fondo es una buena persona, que se le va a pasar y todo mejorará.

La violencia emocional funciona como una daga que revuelve la herida a diario.

Es muy difícil abandonarla en soledad. Ser escuchada, tomar conciencia, buscar ayuda son los primeros pasos para comenzar el proceso de sanación.

La protagonista cuenta con recursos internos que le trae el sabor de su niñez . El arte es el lazo que le permite salir a flote. Aferrada a su cuaderno y su música, lentamente se desprende de la opresión.


El sabor no es solo una obra de teatro con muy buenas actuaciones, y dirección impecable. Es mucho más, es una invitación a la reflexión y el autoanálisis.

El debate posterior que se genera con el público es una muestra palpable del impacto en los espectadores.

Muy bien aprovechado el espacio escénica y el recurso de la música en vivo que sobrevuela el ambiente (literalmente, ya que la excelente guitarrista está ubicada en un piso superior del lugar) e impregna a la protagonista de corage.


Imperdible

Revista Veintitrés (20/10)





Crítica de Adriana Lauro

 Con marcas en el alma.
Por Adriana E. Lauro.

“El sabor” de Brenda Steizelboim, Adriana Ferrer y Juliana Corbelli , aborda el tema de la violencia de género a través de una mirada sensorial y poética. Concentrada en cinco escenas de la vida cotidiana de Mirna e Iván, la obra  expone como la violencia se cuela también en las palabras, en los silencios, en las acitudes, que revelan el desprecio hacia la mujer. Aquí no hay golpes físicos, ni situaciones extremas, pero la tensión crece por oposición a la imposibilidad de reacción de la protagonista.  Sólo cuando la vemos en la soledad de su “hogar”, recupera algo de su vida pasada, plagada de canciones, de sabores de la infancia.  Ese recorte , esa ventana que se abre al espectador, nos deja entrever algo de esa historia.  Algunos secretos se revelan, otros quedarán guardados.   Es el pequeño gesto el que lastima, el comentario al pasar, el confinamiento al espacio de lo doméstico. Mirna, es una entre tantas . Descubrir su propia voz , recordar a otras mujeres de la familia le darán la fuerza para emprender su propio camino . 
Sin caer en el tono didáctico, El sabor, propone escuchar una melodía que nos alerta , nos conmueve y nos hace reflexionar acerca de una flagelo social tan vigente y tan difícil de solucionar.
Marcela Haimovichi con gran sensibilidad, logra una Mirna devastada, anclada en lo no dicho, deslizándose por ese espacio con su carga de dolor, pero imposibilitada de enfrentar al poder. Fernando Alvarez, en el papel de Iván  construye  un trabajo muy convincente y difícil, que evita  la tentación de juzgar al personaje y encuentra en la naturalización de su conducta ,  un eje clave que desenmascara  la cultura dominante.
La puesta en escena despojada  y precisa dosifica con mucho criterio el drama familiar. Los poemas y  la música original interpretada en vivo por Luciana Clerici a dúo con Haimovichi,  aportan gran belleza al espectáculo.
Al final de cada representación el público puede compartir con invitados especialistas en el tema, una charla debate. Y estar juntos, hacer visible lo que se oculta entre cuatro paredes , es un principio de cambio. En la calle o, como en este caso, en el teatro.
Funciones: Jueves 20.00.Teatro Corrientes Azul, Corrientes 5965, Tel: 4854-1048 www.corrientesazul.com.ar

Tiempo Argentino

Buscar el amor para salir del dolor cotidiano

La obra El sabor propone una forma diferente de hablar de violencia de género. "Es un giro teatral interesante, que apunta a la prevención", explica su autora, Juliana Corbelli.

Mercedes Méndez

Sábado 29 de Octubre de 2016
 La salva cantar, leer cartas, cocinar, recordar las recetas de su abuela. Frente a la agresión permanente de un hombre que maltrata a su mujer, recordar algo del amor de la infancia y de la belleza que todavía queda en algunas cosas tiene el suficiente poder para que una víctima de violencia de género pueda salir del ambiente de desamor y odio que la mantiene cautiva. Este es el espíritu de El sabor, un nuevo espectáculo que tematiza el maltrato hacia las mujeres en una instancia anterior a los golpes o asesinatos.
La obra que escribieron Brenda Steizelboim, Adriana Ferrer y Juliana Corbelli surgió de la necesidad de que el teatro también se sume a la prevención y difusión de los femicidios que movilizaron a miles de mujeres en el último tiempo. “Hay muchos espectáculos que reflexionan sobre este tema y siempre muestran golpes en vivo o escenas muy feroces. A nosotras nos interesó ir a los pasos anteriores, que son tan graves como los más explícitos. Es un giro teatral interesante, que apunta a la prevención y a lo difícil que es reconocer cuando uno es violentado psicológicamente”, dice Corbelli, quien antes escribió Daguerrotipas, un conjunto de relatos-retratos de mujeres y que llevó a escena bajo la estética del juego de sombras.
En El sabor, Mirna logra salir de un ambiente que la oprime, gracias a la función social del arte, algo tan amplio y tan profundo como detectar los detalles del mundo: una canción inspiradora, el olor de un plato de la infancia, una poesía que nos puede conectar con el amor. “Ella logra una sanación interior, en la obra no hay presencia del Estado, ni una amiga o un familiar, alguien que la pueda ayudar o le haga ver lo que está viviendo. A ella la salva el arte, la poesía. Potenciamos los mínimos recursos que tiene dentro de su casa y dentro de sí misma, en su recuerdo, por eso canta y vuelve a ser la que era cuando él no está”, explica la autora.
La directora de El Sabor es Adriana Ferrer, quien actuó en la reconocida obra de Claudio Tolcachir, Emilia, donde protagonizaba a un personaje que también vivía situaciones de violencia. Ahora, hay una nueva mirada, un poco más feliz: “Yo elijo que Mirna pueda salir, como mujer es algo que elijo. Finalmente, ella logra la suficiente fuerza interior para irse y se va, para dejar de sostener una violencia psicológica, que muchas las mujeres sostienen durante toda su vida”. Al final de cada función de El sabor, hay un debate con el público que para los artistas funciona como una escena más, una forma de completar el espectáculo y con la cual aspiran a profundizar la prevención y abrir, todo lo que sea necesario, la posibilidad de diálogo y reflexión.









Nota a Adriana Ferrer en Tomemos un café. Radio Zónica (1/11)






Nota a Marcela Haimovichi en Minas de oro. Radio Conexión Abierta (8/11)




http://mecagoenlabohemia.blogspot.com.ar/2016/11/el-sabor.html

El Sabor


Quiénes somos cuando nos quedamos solos. ¿Es posible tal cosa? ¿Quedarse solo? Cuando la soledad rescata y nos hace fuertes, a menudo, suele estar habitada por aquellos que, sin darse apenas cuenta, prendieron el faro que nos guiaría en todas las tormentas. Cuando Mirna está sola, está con su abuela. Una abuela que le enseñó los misterios de la música y la cocina, otorgándole herramientas únicas para la supervivencia. Cuando Mirna está sola, se encuentra. De eso, entre otras muchas cosas, habla El Sabor, texto de Juliana Corbelli, Adriana Ferrer y Brenda Steizelboim. Una propuesta donde la vida interior del personaje derriba cada día las paredes de su departamento para fugarse de una existencia donde todo parece estar bien. Por momentos, demasiado bien. Ahí, en esa inquietud que late cuando lo normal araña, está plantada la semilla de lo que, en cualquier momento, podría convertirse en una pesadilla. Mirna está casada con Iván, un tipo cualquiera. Un gerente de cuarta que se piensa merecedor de sus éxitos. La toma de decisiones sobre vidas ajenas forma parte del trabajo. A veces ejerce de gerente en su propia casa: ordena, demanda, exige. No siempre con buenos modos. Tiene el insulto fácil. Dice y desdice. Pero lo dicho queda. Y sobre lo dicho el público elaborará su argumento. 

La interioridad de Mirna se nos revela mediante monólogos evocadores a público y gracias a una banda sonora de canciones, con música original en vivo de Luciana Clerici, donde los recuerdos, intuiciones, deseos y sueños se imponen como salvoconducto frente a esa realidad donde la vemos atrapada. 

El Sabor, dirigida por Adriana Ferrer, nació con el deseo explícito de abordar la violencia de género. Un proyecto donde el teatro funciona como herramienta social para reflexionar sobre una realidad que se visibiliza a capricho de la agenda mediática, pero que nunca deja de formar parte de la realidad social. Después de las funciones se entabla un diálogo con el público donde el tiempo no alcanza para expresar preocupaciones y deseos. La certeza de lo complejo del tema y sus múltiples enfoques y perspectivas genera tanto desasosiego como esperanza. Mientras la desigualdad de género se mantenga y las manifestaciones de violencia estén a la orden del día, llamar la atención sobre ello desde cualquier ámbito que lo permita proporciona una instancia de reflexión necesaria. Tras la función de ayer uno de los interrogantes planteados fue la escasa presencia masculina entre el público. ¿Temen los hombres reconocerse en los personajes violentos que la ficción les ofrece o se sienten avalados por esos modelos? ¿No es su tema? ¿No es su lugar? Preguntas para las que no tenemos una respuesta unívoca

Selección y redacción de contenidos: Macarena Trigo

http://www.laizquierdadiario.com/Sabor-a-mi


Cultura

TEATRO

Sabor a mí

La violencia hacia las mujeres no siempre es violencia física. Brenda Steizelboim nos invita a sentir y reflexionar sobre este tema en “El sabor”, su última obra.
Domingo 27 de noviembre de 2016 | Edición del día


En una casa llena de rincones los días pasan. Ella va y viene por una interioridad que protege, una subjetividad como en peligro de extinción. Como ráfagas ¿el recuerdo? de una vida llena de sabores. La vida sazonada. El gusto. El sabor de la vida.
Hay algo que pelea, brutal y silencioso, y algo que se va perdiendo en el cansancio.
Él trabaja fino sobre un borde que maneja, quirúrgicamente. Va y viene. Goza. Crece.
Ella sobrevive como puede. Desaparece.
Y el vive de eso.
Vuelven desde el tiempo acordes construidos. Una persona habitaba en la mezcla de tonos.
No pasa nada. El sabor es como un compendio, una enciclopedia de eso que normalmente y no sin un poco de fatiga se definiría como “no-pasar-nada”. Y agobia tanta nada. No, no hay golpes, “no pasa nada”.
Pero como la vista que se ciñe después de un tiempo a la penumbra, tanta nada nos acurruca, nos lleva de la mano a calibrar la dioptría y aparecen lentamente entre las sombras, se dibujan, los contornos de todo eso que puebla la nada de Mirna. Y la de todas.
Toda esa nada se cruza y no baja, atravesada, como anclada, en el medio de la garganta.
Las luces se apagan. Se prenden. Vuelven los actores, saludan.
Él tiene una remera que dice “la violencia hacia las mujeres siempre mata”.
Entonces, vamos a hablar de violencia hacia las mujeres.
Hay un ejercicio colectivo hecho en los últimos años de ponerle palabras, y ponerle el cuerpo también, al tema de la violencia hacia las mujeres. Sin embargo la cuestión se esmerila un poco cuando esa violencia no es violencia física ¿Cómo fue tu trabajo sobre este tema? ¿Cómo surge el texto de El sabor?
El sabor nos habla de la violencia de género. Es una respuesta artística a la situación que vivimos las mujeres, que venimos viviendo hace un montón pero que hoy por hoy está más expuesto. Más visible. Hoy las mujeres se han hecho escuchar y El sabor rescata un poco esa voz que surge, de las mujeres y de Mirna. También la voz de toda la vinculación que existe con esas alianzas fuertes que vienen de su mamá de su abuela y que la potencian en su subjetividad y la llevan a enfrentar lo que viene. Como el canto, que se elige en la obra, y que siempre fue como un refugio, el grito de guerra de las mujeres desde tiempos que no podemos ni imaginar. También por eso la obra está atravesada por música, y el canto de Mirna que la transporta a lugares de libertad y que la va caldeando para poder plantarse y escapar de la situación asfixiante en la que vive con Iván.
La idea fue no mostrar la violencia como sale en los medios. Buscamos mostrar que es parte de este caldeo, del huevo de la serpiente, que aparece en las relaciones más cercanas de las mujeres donde los vínculos son más dañinos. Lo que nos llega por los medios es que la asesinó un ex amante, un ex novio, un novio, un esposo. Entonces, en El sabor lo que se quiso mostrar es la antesala. Siempre para llegar a una situación así se pasó antes necesariamente, por distintas cosas. Se estima que una mujer se atreve a denunciar por primera vez después de 10 años de estar con alguien en una relación violenta. Son estadísticas. Eso habla de lo que se va gestando para llegar al golpe. Es una denuncia también. La obra denuncia el potencial peligro de esos micro machismos que vive la mujer. Y también su potencial empoderamiento, con ese canto y esos sabores que ella recuerda y evoca durante el transcurso de la obra.
Pasás los días entre libros, sos dramaturga, militante feminista ¿qué pensás de la relación entre cultura y política? y en ese sentido ¿entre todo eso qué lugar pensás para tus obras?
Para mi es muy importante que la cultura y la política estén entrelazadas. Elijo voces de mujeres para poder contar historias y porque me parece que la sociedad nos invisibiliza. Eso también atañe al arte que generalmente está manejado por varones. Me parece importante que se escuche esa voz, la música, y el lugar de las protagonistas mujeres, como cuestiones para rescatar. Ahí es a donde a mi se me cruzan la política y la cultura.
Sé que el arte es una barricada muy importante en este sistema capitalista y patriarcal en el que las mujeres vivimos. Mujeres trans y lesbianas. Creo que el arte también te da estas chances, estas fugas, para poder poner al espectador y a la espectadora en un lugar incómodo, del cual se vayan con preguntas. Es muy brechtiano. Cuando una elige hablar de estos temas y poner de protagonistas a mujeres, es una apuesta política. Esto lo decidimos con las otras autoras con las cuales escribimos la obra. Es muy importante plantarse y poder transmitir esto, el empoderarse y el darse cuenta que es también lo que más cuesta. Por eso el arte para mi es una barricada súper zarpada y, desde mi feminismo creo, que es importante para la lucha. Hay varias maneras de luchar y una también elige el arte para eso.

* * *

“Descuartizo tu nombre”, dice Mirna en un momento
No hay arteria vital que no atraviese.
Las vocales explotan una a una.
Salpican los rincones de la casa.
Tropezaré sus restos en mis días.

Tu inicial es muy dura, se resiste.
Soporta cada golpe y mis mordiscos.
Exige precisión y poco escrúpulo.
Lo que promete, duele.
Me lleva el día entero
procesar consonantes
y dispersarlas luego
por toda la ciudad.
No puedo dejar pistas.
No deben encontrarse
ni asociarse a vos
las letras que te nombran.
Descompongo tu nombre
para mí y para siempre.
Imposible ya usarlo.

Nadie más con tu nombre 
desde ahora.
Fragmento de Crimen perfecto de Macarena Trigo.


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